En Madrid, como en otras tantas ciudades unos van y otros vienen. Pero lo cierto es que el madrileño está acostumbrado a seguir un ritmo vertiginoso, rapidez absoluta. Siempre hay prisas por todo y hay que correr sea cual sea el motivo. Probad a ir a la
Gran Vía madrileña y quedaos quietos en mitad de la calle. ¿Que pasará?
